sábado, 3 de enero de 2015

Día #2 y día #3

"Ya desarrollé la habilidad de pintarme las uñas de la mano derecha con la mano izquierda"

Había que ir a Constitución, que queda a 45 minutos de aquí,  a buscar un supermercado y una feria -los santiaguinos le dicen “La Vega”, los curicanos “La Felicur”- Acá no hay supermercado ni Vega-Felicur, es un pueblo, la gente tiene su propio huerto y los supermercados son almacenes de barrio, que naturalmente son más caros que ir a comprar las cosas al super. Tenemos un almacen de barrio a dos kilómetros de la casa y un puesto de papas fritas a 200 metros. El puesto de papas fritas es la novedad de este verano. Un evento importante que no puedo omitir.

Partimos rumbo a Consti, atrás del auto íbamos 4, yo llevaba a mi prima chica en brazos, a la media hora ya no sentía mis piernas, pero mi prima me cae muy bien, así que era soportable. Cuando llegamos a la ciudad vimos un tren y como mi papá tiene esa fascinación nivel Sheldon Cooper por los trenes tuvimos que parar afuera de la estación. Sí, me saqué una foto con el tren. Era bastante antiguo y llegaba hasta Talca, pasando por pueblos de nombres chilensis, de esos que solo los geógrafos conocen y que no salen ni en el informe del tiempo.

Auto. Feria. Unimarc. Baño. De vuelta. Comimos empanadas de queso, mi prima papas fritas –del puesto de papas fritas nuevo- . Después, a las 6 y media de la tarde hubo una onces-comida, al estilo  JulioVidela1, solo que sin chis pops, pero si con porotos granados. Porotos granados que a mi hermana le costó dos horas comer.

Después con mi abueli hicimos un paseo adrenalínico subiendo por unas rocas, mi abueli es una abuela extrema, envídienme tanto como puedan.  

El sueño me venció.

Al otro día todo fue normal. Hasta el almuerzo, porque había pescado frito y a mí no me gusta el pescado. No es por la carne de este, sino porque me aburro de sacar tanta espina, esta vez, yo me demoré dos horas.

Regla de oro: nadie se para de la mesa, hasta que todos se coman todo lo que hay en el plato. Ups.

Después de almuerzo la playa estaba llena. Me estresa. Desde que pusieron estacionamientos llega toda la pipul  a este sector. Antes uno se podía bañar hasta sin ropa y tomar sol en topless. Nadie se daba cuenta. Las cosas cambian con el tiempo. Lo bueno es que ahora hay luz eléctrica en la calle y un hermoso, estúpido y sensual puesto de papas fritas.

Hoy no tomamos onces-comida, si no que once real, como los machos. En Canal 13 estaba la perfecta imagen de John Travolta en sus mejores años. Grease. Bailes y chaquetas de cuero en una película que jamás pasará de moda.

Cambio y fuera.

Frase del día: “¿Brocacochi no es esa verdura verde? – No, eso se llama Brócoli.” (Alarcón, 2015)



jueves, 1 de enero de 2015

Día #1

Hay tanto equipaje que no cabe en el auto. Una televisión ocupa mi puesto. El ostracismo cae sobre mi.

Equipaje. Equipaje. Más equipaje. El clima de Chile es impredecible, no sé si va a llover o voy a morir de calor, por eso necesito mucha ropa o quizás son solo mis excusas más baratas.

Al cargar el auto la tele ocupó mi puesto, al lado izquierdo de la parte trasera del auto, fui condenada al ostracismo por decisión unánime, así que corrí con mi mochila en la espalda a tomar un colectivo que me llevara al terminal de buses.

Primera señal de mala suerte: las calles estaban vacías, como una ciudad fantasma, recordé que casi nadie trabaja los primeros de enero. El conductor de un colectivo sin letrero tocó la bocina, yo me subí, a mi lado se subieron dos huasitos que hablaban del campo y de caballos. El conductor me preguntó dónde iba, le dije que al terminal de buses, en mis adentros rezaba para que no me raptaran y me llevaran a un potrero. Para mi suerte eso no pasó.

Llegué al terminal, en los buses Días me dijeron que no quedaban pasajes, como diría mi amigo y figura pública Ali Alexander, QUEDÉ NEGRA. Así que fui a los buses Ilomar, allí me vendieron un pasaje para 30 minutos más. Pasó el rato y vi a un amigo que vende pasajes para buses Moraga muriendo de sueño, conversé un rato con él hasta que llegó mi bus. Al subirme se sentó a mi lado un caballero hediondo. Siempre tengo esta suerte impresionante en los buses, yo no sé de qué gracia divina saco tanta atracción a gente extraña. Me acuerdo una vez que al lado me tocó un caballero que se sacaba los zapatos (con calcetines incluidos) y yo iba muriendo en un mar de olores poco agradables.  O cuando  viajé a Valdivia y el señor del lado se tiró peos toda la noche. Suerte. Suerte. Yuyinés. Ya ni sé que nombre ponerle a tanta cosa tragicómica.

En la playa es lo de siempre. Aire nuevo que te limpia los pulmones. Ese clima que te hace sentir alivio, fuera del calor infernal curicano típico de aquellas ciudades que están en un hoyo. Yo ya me siento libre, lista para leer mucho y escribir mucho.

Bonus: Cuando estaba escribiendo esto se me acabó la batería del notebook y el enchufe no entraba. Nada calzaba. Me tocó la cama de arriba del camarote. Entonces me senté para bajar al comedor a conectar mi computador para poder publicar esto y al sentarme me pegué en toda la cabeza con un palo de madera que había en el techo. Ahora todo me da risa. Pudín. Jaja. Tengo un huevo en la cabeza. Viva la diversidad y la deformidad.


Frase del día: “Es bacán ser fea y tener el autoestima alto” (Alarcón Antonia, 2015)